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La filosofia de la educación como ejercicio... -
Andrea Díaz Genis
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n
. 22,
p
.65-78
maio
/
ago
. 2014.
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es terapéutica. Para ello, la filosofía debe “tener a mano” una serie
de prácticas o ejercicios que habiliten esta educación del sí mismo
en vinculación con los otros (pues esto está siempre presente, la
mirada del otro, la corrección de mi “alma” en relación con el otro,
la mejora del ser humano y su vida a partir del examen de la misma
con los otros, etc.). Estas prácticas, a partir de una relación amorosa
con los otros y con el maestro, suponen un trabajo, una ascesis
(que no es la ascesis cristiana). Entre estas prácticas espirituales
de la antigüedad nos encontramos la práctica de la escucha, de la
escritura personal, los “retornos a sí mismo”, la memorización de
determinados aprendizajes. Hay ejercicios imaginarios y otros que
ocurren en la realidad. Entre los imaginarios, uno de los más célebres
es la “meditación de los males futuros”, practicados por los estoicos
(
premeditatio malorum
)
5
o la rememoración de cuanto es beneficiosos
(epicúreos) y la meditación. En la “cima de estos ejercicios” nos
encontramos con la meditación sobre la muerte (
meleté thanatou
).
Este ejercicio practicado en la antigüedad tiene por finalidad que
tengamos una conciencia de la finitud y de la vida presente. La idea es
que “vivamos cada día como si fuera el último”, lo que nos permitiría
tener otra relación con los acontecimientos. A partir de este ejercicio,
precisamente, las personas pueden centrarse en lo importante de
la vida dejando de lado lo accesorio. Como dice Séneca no es que
la vida sea corta, sino que la acortamos al perder mucho tiempo.
Por ello, la conciencia de la finitud nos permitiría mejorar nuestra
relación con el tiempo
6
. También tiene por finalidad la disolución del
influjo negativo de la idea de la muerte sobre nuestra vida. No son
las cosas las que atormentan a los hombres, sino las opiniones y las
representaciones que los seres humanos se forjan sobre las cosas. La
muerte no es terrible (“cuando ella es, yo no soy” decía Epicuro) sino
el terror que sentimos por la opinión que de ella nos hemos forjado
(un tratamiento de este asunto, es realizado por el Sócrates platónico
en su
Apología
). Alguien perfectamente instruido por los ejercicios,
ya no le echa ni a sí mismo ni a los demás la responsabilidad sobre
sus perturbaciones. Ejercitarse en el control de las representaciones,
que nos llevan a estar perturbados e impedidos, forma parte de estos
ejercicios. Otros ejercicios más bien intelectuales son: el diálogo
5 Sobre este ejercicio ver Foucault(2006: 476).
6 Este tema ha sido profundizado en mi libro
El eterno retorno de lo mismo o el terror a la
historia.
Montevideo, Ideas, 2008