Cadernos de Pesquisa - Volume 9 - número 22 - page 70

La filosofia de la educación como ejercicio... -
Andrea Díaz Genis
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.65-78
maio
/
ago
. 2014.
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nos permite acceder a una verdad, pero lo cierto es que el diálogo
filosófico entre compañeros es un ejercicio espiritual que constituye
una preparación para tal acceso. Entonces si de lo que se trata es
de preparar al sujeto, conformar una pedagogía y una metodología
con efectos “psicagógicos” que transforme a su vez una mirada,
una vida, podemos preguntarnos cómo ocurre esto. Para ello, una
forma que ha tenido Foucault, y que podemos encontrar nosotros
también para responder a esta pregunta, es ir nuevamente a la
lectura atenta, aunque sucinta para los fines de este trabajo, del
Alcibíades I
de Platón.
A
lcibídes
y
su mala
educación
El
Alcibíades I
de Platón, texto de la juventud del mismo, es
para el Foucault de la
Hermenéutica
, el mejor ejemplo de la síntesis
de la propuesta psicagógica y espiritual de la filosofía socrática. La
educación socrática de este joven comienza cuando ya, supuestamente
desde los cánones de la pederastia griega, no es interesante como
“amado” (
erómeno
) para los maestros “amantes” (
erastés
) que
antaño lo perseguían. Sócrates realmente “ama” a Alcibíades, es
decir, lo ama por lo que es, o sea por su “alma” (
psijé
) y no por su
cuerpo que en definitiva es algo contingente y que se deteriora con
el tiempo, por lo tanto, algo que él no es. Lo ama porque piensa que
tiene posibilidad de ser mejor y que sólo él sería el maestro adecuado
para la educación faltante que este tiene y que le ayudaría a superarse
a sí mismo. Lo ama porque sabe “que tiene algo en la cabeza” y son
más altos sus designios que los que él cree tener. Si bien es el hijo
adoptivo del hombre más influyente de la antigua Grecia, Pericles,
y supuestamente ha de heredar la carrera de político y dirigente de
los destinos de los hombres, Sócrates constata que le falta mucho
para poder hacerlo con propiedad. Y esta faltante no solo la constata
porque no sabe lo que dice saber (posición de ignorancia aún no
reconocida por Alcibíades, pero que le ayuda a reconocer Sócrates
a través del diálogo), sino comparando además la educación que
tienen sus rivales, los persas y los espartanos, con la que él mismo
pudo tener como ateniense y a pesar de ser el hijo del hombre más
influyente de la Atenas de su época. En un momento de “educación
comparada” en el diálogo, el Sócrates platónico le deja ver la terrible
diferencia entre la educación de sus enemigos y la absoluta orfandad
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